Te emperraste en que no bajara a la mina. Era tu
manera de salvarme, de salvarte. Como si el cemento y los ladrillos no
rompieran las espaldas, igual que el pico y la pala, como si el andamio no
tuviera tratos con la muerte. Te creías indestructible, tu, que cada día que
cogías en morral con la comida, era como si te despidieras de nosotros, como si
no hubieras de salir del agujero. ¿Te resultaba emocionante acaso volver
renacido, sentirte el héroe cuando te recibían con caras de alivio? También tú
podías haber preferido ir a la obra en lugar de enterrarte en ese infierno
negro. Da por sentado que madre sufría lo que nunca podrías soportar, quedar
sola, y yo, quedar solo con responsabilidades que no me corresponderían. Ya sé
que nada tiene sentido sino el que nosotros damos a las cosas. Sé que, ahora
que sales de la mina, me toca entrar a mí, no hay otra opción, si quiero
salvarme, salvarte.
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