“Ávila es
para mí como mi madre, a la que perdí allí cuando tenía cuatro años”. Desde
entonces vivo con mi padre, en una vieja casucha a orillas del Adaja. No voy al
colegio pero todos los días me acerco al molino de enfrente a jugar con las
palomas. Mi padre no lo sabe y os pido que no se lo contéis. Mi paloma favorita
es una de plumas blancas y patas rojas. Ella es la que todas las tardes hace
llegar a mis manos cartas de parte de mi madre. Ella las dejó guardadas en
nuestra antigua casa, una por cada día del año. Todos los días, “Mamá Alpiste”,
mi paloma preferida, se cuela por una ventana rota y coge una de ellas. Yo la
espero ansiosa junto a la ventana del molino mientras veo las aspas pasar delante
de mí. Me encanta que me quede un trocito de mi madre, a pesar de que esté
muerta. Este es mi mayor secreto, por favor, no lo contéis.
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